sábado, 17 de diciembre de 2011

La distopía de Orwell y las redes sociales del siglo XXI

1984 es una de las distopías más célebres del siglo XX. En ella, George Orwell presenta un futuro en el que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de los ciudadanos que resulta imposible escapar a su control.

La sociedad está basada en el miedo, en el odio, en el terror, “las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento”.

La obra nos plantea la existencia del Gran Hermano como la representación del Partido, pero que ni siquiera se sabe si existe, debido a que nadie lo ha visto nunca a excepción de carteles. Su figura es casi divina y es amado y respetado por todos.

La historia gira en torno a Winston, un trabajador común que obedecía al Gran Hermano. Con el tiempo se fue dando cuenta de cómo era la realidad en la que vivía y todo lo que pensaba o veía lo anotaba en un libro en blanco. Luego conoce a Julia y establece una relación amorosa, con la cual cambia rotundamente su vida odiando totalmente al partido y al Gran Hermano. Después intenta unirse a la Hermandad (organización opositora al gobierno); pero luego la policía lo secuestra y por medios horribles hacen que vuelva a adorar al Gran Hermano y al partido como todas las otras personas.

Se habla de 1984 como ejemplo de distopía debido a que en la obra se describe una sociedad opresiva y cerrada sobre sí misma, bajo el control de un gobierno autoritario, pero en la que se refleja a un grupo de ciudadanos que luchan contra ese modelo de gobierno, representando la utopía del cambio.

La utopía es el mejor de los mundos, la libertad definitiva y absoluta, el sueño de todo ciudadano hecho realidad. La distopía es el peor de los mundos, la sumisión definitiva y absoluta, el sueño de todo gobernante hecho realidad, y será tanto más efectiva cuanto mayor grado de satisfacción produzca en el ciudadano.

La obra de Orwell mantiene muchos paralelismos con la actualidad, donde una gran cantidad de avances tecnológicos han generado mejoras sustanciales en la comunicación a nivel mundial, permitiendo acortar las distancias.

Sin embargo todos estos avances también han generado la creación de una vasta red de información personalizada que incluye a millones de habitantes de la tierra, que de alguna manera se encuentran “bajo vigilancia” tanto por los Estados como por las empresas privadas generadoras de las diferentes plataformas que permiten la interacción de los usuarios, más conocidas como redes sociales.

Si bien todas estas herramientas (correo electrónico, Facebook, Twitter, taringa, etc.) han aportado grandes avances en materia de interacción, además de ofrecer múltiples opciones de entretenimiento, también han cambiado la esencia original de ser un medio libre y universal con la que fue creada la web. Actualmente las plataformas de interacción 2.0 tienden a la creación de jerarquías (moderadores, foristas clasificados en clases, etc.) además de avanzar contra la privacidad de las personas, solicitando datos cada vez más personales para formar parte de las redes sociales, a la vez que nos inducen a través de diferentes aplicaciones a dar a conocer nuestras preferencias en vestimenta, música, deportes y diferentes áreas, que no representan otra cosas más que un estudio de mercado individualizado.

“Con el desarrollo de la informática y de otros medios de gestión de datos, la vigilancia amenaza con llegar a todos los rincones de nuestra vida. Imagínese que ha oído hablar de un país con veintiséis millones de habitantes, donde el gobierno gestiona 2.220 bases de datos que contienen un promedio de veinte archivos sobre cada ciudadano. El 10% de los habitantes tiene su nombre registrado en el ordenador central de la policía. Usted podría pensar que este país tiene una dictadura. De hecho, es Canadá”, escribió el sociólogo David Lyon (1994, p.83)

Michel Foucault en sus estudios sobre instituciones penitenciarias, ya mostró como funcionaba el más importante mecanismo de poder de la sociedad de los trabajadores: el panóptico. El funcionamiento del panóptico forma parte del diseño arquitectónico de la prisión tradicional; se trata de una torre en mitad de la prisión, desde la cual se puede observar la totalidad de sus espacios y rincones.
El panóptico posibilitaba que unos pocos, invisibles, pudieran mirar a muchos. La invisibilidad de estos pocos producía el efecto de que su presencia no fuera necesaria para que se interiorizase la vigilancia: es así como aparece la disciplina, tan importante en la sociedad de productores.
Es imposible no relacionar esta teoría con el uso actual de las redes sociales. Tenemos a grandes empresas manejando datos personales, preferencias y fotos de millones de personas. También el Estado avanza en diferentes métodos de control mediante el empleo de estas plataformas. Hasta llegamos observar casos de funcionarios enfrascándose en discusiones políticas o criticando a cibernautas que no piensan o que no defienden un determinado modelo de gobierno.

Todo esto lleva a la conclusión de que cada vez nos alejamos más de los fines de universalidad y libertad con los que fue creada la web y que muy a nuestro pesar no acercamos a esa sociedad del control absoluto que describió hace varios años Orwell en 1984.

Todas las nuevas redes sociales que nos venden la ilusión de una libre posibilidad de opinión y acceso al conocimiento no son más que la prisión de la que habla Foucault, a la que estamos entrando voluntariamente.

Al respecto Vicente Verdú, en “La Sociedad Transparente”, plantea que “la pasión de ver o saberlo todo ha hallado importante satisfacción en la divulgación de las web cam, o pequeñas cámaras que difunden imágenes por Internet (…) Gracias a la cámara el emisor entiende que su existencia gana valor, cambia su rutina ciega por la excepcionalidad de la visión múltiple, entrega su secreto, que no vale nada, a cambio de un vistazo público. Unos muestran sus juegos con los nietos, otros sus copulaciones, otros simplemente los bostezos. La exhibición otorga valor, una vez que el capitalismo de ficción ha enseñado que nada logra vigencia si no llega a ser imagen” (Verdú 2004).

Ante la pregunta de si hay una pérdida de la privacidad con el uso de las redes sociales, el tecnólogo David de Ugarte afirma que esta pérdida es “voluntaria e inevitable en todo caso”. “Si juegas al panóptico, a relatar tu vida en un espacio público y compartido con otros que también lo hacen, de poco servirán los biombos. Pretender lo contrario es inconsciencia o hipocresía. A fin de cuentas el único servicio diferenciado que ofrecen las mal llamadas redes sociales es el cotilleo sobre el propio entorno. Quejarse de ello sólo servirá para atraer a los eternos postulantes a crear nueva y más restrictiva legislación”.


Bibliografía

FOUCAULT, M., 1975b, Vigilar y castigar. París: Gallimard, 1986.
ORWELL, G., 1952, 1984. Barcelona: Ediciones Destino, 1997.

LYON, David (1994): The Electronic Eye: The Rise of Surveillance Sociery, Cambridge, Polity Press. [Ed. cast.: El ojo electrónico: el auge de la sociedad de la vigilancia, Madrid, Alianza Editorial, 1995.

VERDÚ, Vicente (2004) “La Sociedad Transparente”. España.

DE UGARTE, David, ¿Redes sociales o redes de control social?, http://deugarte.com. Enero de 2009.

¿Libertad en Internet?

El documental “La Revolución Virtual” de la BBC de Londres plantea un abordaje de los 20 años de la World Wide Web, su desarrollo y el paradigma que resultó para el mundo actual.

El primer capítulo del trabajo permite adentrarse en el nacimiento con fines libertarios e igualitarios de la red hasta su desarrollo comercial y con una gran parte de su producción de contenidos centralizada en grandes corporaciones. El documental permite pararnos en el momento actual para preguntarnos ¿Es Internet realmente un medio libre? ¿Está presente hegemonía en la web? ¿Podemos evitar este control?

Desde su comienzo y rápido desarrollo la web transformó radicalmente la manera de acceder a la información. Mediante una computadora, un sistema de conexión y el desarrollo de un protocolo universal para la distribución de datos, se pudo tener acceso a una enorme cantidad de información que antes estaba restringida y facilitar de una manera inédita la comunicación a nivel global. En una segunda etapa (web 2.0), Internet posibilitó que cualquier persona pudiera acceder a la producción de contenidos para la red, generando una democratización tanto en el acceso a los datos como la creación de los mismos.

El fin libertario y universal con el que la World Wide Web había sido pergeñada por Tim Berners-Lee parecía haberse concretado. Sin embargo, su poder inicial para operar más allá de los límites territoriales y sortear el control de los Estados, prendieron la alarma de los mismos, que valiéndose de diferentes recursos han avanzado en formas para controlar el uso de la red. También el potencial económico de la misma atrajo la atención de algunas corporaciones para su explotación con fines comerciales así como el rechazo de otras, que ven en Internet un factor de riesgo para sus intereses, por lo que mediante recursos legales han avanzado sobre algunos principios de la libertad y universalidad de la red.

Aquí se puede trazar un paralelismo con la teoría marxista, planteando a la Internet como una innovación técnica, que conociéndose su poder económico y de influencia, busca ser cooptada y controlada tanto por los Estados como por las empresas. Esto atenta contra el fin fundacional de la web y por esta razón se plantea la necesidad de analizar el panorama actual para garantizar la libertad de información y de producción de contenidos para evitar la hegemonía de un sector en el manejo total de la web. Aquí entendemos el concepto de hegemonía como "todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida" según lo plantea Raymond Williams en “Marxismo y Literatura”, agregando que "es una cultura, pero una cultura que asimismo debe ser considerada como la vívida dominación y subordinación de clases particulares" (Williams 1992. p.132)

En este marco ganan terreno los diferentes movimientos que se han generado en los últimos años en defensa de la Internet libre y promoviendo el desarrollo del software libre, los contenidos compartidos y bienes comunes creativos (creative commons). La lucha también incluye algunos aliados políticos: el presidente de Francia Nicolas Sarkozy señaló que “aquellos que han tratado de cerrar la red se han puesto del lado de las dictaduras” en referencia a China que desde hace varios años controla el acceso a la población a determinados contenidos de la web.

A pesar de esto, varios de los principales impulsores de estas medidas y a la vez creadores de diferentes plataformas que promueven la participación de los consumidores en la creación de contenidos, reconocen que cada vez se hace más difícil concebir una red sin algún tipo de control o jerarquías. Afirman que así como hay usuarios que aportan producciones de calidad y útiles para la comunidad digital, hay otras que no generan contenidos útiles o que usan determinadas redes sociales con fines ajenos a la creación construcción colectiva de conocimiento, por lo que sobre estos usuarios debería haber algún control.

Tanto los fundadores de The Well (una de las redes sociales más antiguas) como John Perry Barlow (redactor de la Declaración de Independencia del Ciberespacio), Jimmy Wales (Wikipedia) y el propio Tim Berners-Lee coinciden en que “la red acabará teniendo los contornos de lo que siempre ha sido la cultura. Habrá jerarquías y élites. Como toda tecnología Internet no es una cura para la naturaleza humana, es una ampliación de la misma con todo lo bueno y lo malo que tiene”.

De todas formas y retomando conceptos de Williams, "la hegemonía es siempre un proceso"(p.134). Con esto quiere remarcar su carácter cambiante: "Debe ser continuamente resistida, limitada, alterada”(p.134). Por esta razón los nuevos actores e intelectuales de la red sostienen que es necesario evitar un control total de Internet por parte de sectores que tenga intenciones de avanzar sobre los principios de libertad y universalidad. Empero aceptan que es necesario algún tipo de regulación que permita verificar la calidad de los contenidos y evitar en la “internet profunda” la proliferación de contenido contrarios a los principios de la web, como las páginas de redes de trata de personas, terrorismo, contratación de sicarios, etc.

Sin embargo se deberá establecer quiénes serán las personas, organismos o grupos que se encargarán de la fundamental tarea, teniendo en cuenta la delicada relación de intereses que cada sector puede tener. No reconocer esto, supondría un análisis incorrecto, como opina Williams: "si el efecto del medio es el mismo, cualquiera sea quien lo controle o lo use, o cualquiera sea el contenido que se quiera insertar, entonces podemos olvidar la argumentación política y cultural común y dejar a la tecnología correr sola” (Williams,1992, p.122).

Retomando la pregunta inicial ¿Es Internet realmente un medio libre?, podemos responder que Internet no es un medio absolutamente libre, y que las condiciones en que fue ideada y concebida han cambiado en estos 20 años. Ante este panorama es necesario plantearse un nuevo análisis para encarar las acciones que se deben tomar para garantizar los grandes logros que ha tenido la web (democratización de la información, acceso a mayores datos, un medio más económico de comunicación universal, etc.) y reducir sus daños ocasionados (invasión a la privacidad, violación de derechos de autor, producción de contenido basura, etc.).

Entonces queda claro que es necesario un trabajo en conjunto de todos los actores (usuarios, programadores, empresarios, Estados, etc.) para determinar el camino al que debe dirigirse Internet y evitar que el control de una gran parte de los servicios quede en manos de unos pocos. Como dice Castoriadis “en el campo fundamental del trabajo, una transformación consciente de la tecnología, a fin de que el proceso de trabajo deje de ser una mutilación del hombre y se convierta en terreno de ejercicio de la libre creatividad de individuos y grupos, presupone la colaboración estrecha de trabajadores-usuarios de los instrumentos y las técnicas, su integración en nuevos conjuntos, que dominen la producción, en consecuencia, la supresión de la burocracia dirigente, privada o pública, y la gestión obrera, con todo lo que ella por demás implica” (Castoriadis 2003-2004).

Bibliografía

Raymond Williams, Marxismo y literatura. Ediciones Península. 1977. Alan Sinfield. Faultlines. Cultural Materialism and the Politics of Dissident Reading.Oxford University Press. 1992.

Marx, K. y F. Engels. 1998. Manifiesto Comunista Buenos Aires: Cuadernos Marxistas.

Castoriadis, Cornelius (2003-2004) "Técnica" en Artefacto. Pensamientos sobre la técnica 5, Buenos Aires, verano.

Raymond Williams: Television, Technology and Cultural form, N. England, Wesleyan U. Press, 1992.

martes, 6 de diciembre de 2011

La revolución impensada

La Revolución Virtual es un documental producido por la BBC de Londres que fue llevado a cabo por la Doctora Aleks Krotoski. Se trata de una serie de cuatro documentales que entrevista a los pioneros de la red, muchos de ellos representantes de las grandes firmas que dominan el espacio virtual. Es el producto de un ambicioso trabajo que recopila y ordena a personajes y momentos y sucesos claves que hacen a la historia de lo que hoy conocemos como la red.

El resultado es un valioso documento, clave para vislumbrar algunos aspectos de las sociedades actuales, dominadas por el uso de Internet y las nuevas tecnologías. A través de este documental se puede entrever como este nuevo espacio no deja de ser manipulado y restringido por las instituciones que lo posibilitan (Raymond Williams: 1992), y cómo las personas van manifestando sus resistencias y deseos de libertad. Además muestra que así como el uso inteligente de estas nuevas tecnologías permiten desafiar Estados, también favorecen a la sociedad de control que éstos preconizan.

Aunque lastimosamente también deja grandes vacíos en el análisis del fenómeno que vivimos, vacíos que también permiten un rico análisis sobre la visión que tenemos de este suceso, ya que no es casual ni atípica esta manera de la sociedad de ver sus propios productos.

Contradicciones del invento técnico

Krotosky empieza la primer parte de su serie de documentales planteando que la red era un modo de realización del sueño de los libertarios, en principio se la vio como un espacio de libertad e igualdad. Postura interesante y esperanzadora, pero para llegar a esta hipótesis se olvida de un detalle de vital importancia: ¿quién podía, desde un principio, acceder a la red? ¿Cuántas personas tenían computadoras en sus casas o acceso a alguna en aquella época? ¿Para quiénes realmente proporcionaría libertad e “igualdad”?

Todo artefacto tecnológico nace con la promesa de igualdad e inclusión, pero siempre plantea además una contradicción. Esta se puede vislumbrar desde los primeros grandes inventos técnicos. Por ejemplo, la imprenta: esta prometía mayor difusión de textos escritos y, por lo tanto, mayor acceso a sus contenidos, el único inconveniente es que la sociedad, en su gran mayoría no estaba alfabetizada. Irónico que justamente a lo largo del documental se compare la Revolución Virtual con la Revolución de Conocimiento que posibilitó la creación de la imprenta.

Pero el hombre siempre encontró la forma de acceder y apropiarse, de algún modo, de las tecnologías, hoy la alfabetización constituye un derecho universal. Y siempre que convino a las instituciones, esta apropiación fue “concedida”. (Raymond Williams: 1992)

Fetichismo en la red

Desde el primer episodio Aleks Krotoski habla de “La Red” como un ser autónomo, bien lo muestra la pregunta con que da inicio a esta serie de audiovisuales que tratará de responderla: “¿Qué ha hecho la red con nosotros a los veinte años de su creación?”. También plantea la autonomía del fenómeno cuando dice que “la revolución tecnológica que está definiendo nuestras vidas, ha tomado al mundo y lo ha sacudido (…) la red a creado una inimaginable riqueza, y anima a millones de personas a trabajar por nada. Reta a la autoridad a la vez permite que los regímenes espíen y censuren como jamás lo habían hecho. Y se la culpa de crear una generación de adictos a la red a la vez que ha abierto un nuevo reino de conocimiento”.

Así la revolución tecnológica pasa no a ser un fenómeno sino una especie de ser viviente, una persona, que “crea” riquezas, “anima” a millones de personas, “reta” a la autoridad, y hasta se la “juzga” como a cualquier persona de haber generado una adicción, y se le atribuye la apertura de un nuevo reino de conocimiento. En este caso podemos desplazar la palabra fenómeno y tratar como tal a esta manera de entender a las tecnologías: como esa “cosa”, creada por el hombre, que se independiza y toma forma propia, y puede actuar a favor o en contra de su creador. Básicamente este es el principio del término fetichismo acuñado por Karl Marx, el fetichismo de la mercancía, o del capitalismo. Término que por lo visto aún hoy sigue respondiendo al comportamiento del hombre en cuanto a la forma de interpretar las relaciones productivas y sociales.

Hemos convertido eso que creamos en una especie de jeroglífico social al cual más adelante pretendemos descifrar. Producto que, en un momento determinado, acaba por dominarnos a nosotros y a nuestras relaciones, y ya no tenemos poder sobre él. Actúa solo, es la máquina personificada y el hombre cosificado, convertido en cosa manipulable por el artefacto humanizado (Karl Marx: 1867)

Esto ocurre por el proceso de alienación típico de la sociedad capitalista. Marx habla de alineación en cuanto a enajenación del hombre y su producto. La mercancía se convierte en algo útil y de valor en cuanto producto intercambiable. Concebida de este modo, la mercancía pierde su historia, pierde todo rastro del proceso de producción que la hizo posible. Eso es esencial para entender el fetichismo, el fetichismo como desconocimiento, como anulación de la parte donde son las personas las que producen, sometidos bajo ciertas relaciones sociales, ese producto útil. Y es este mismo producto lo que el hombre luego busca entender.

Pero a las tecnologías, así como a las mercancías, sólo se la puede comprender a partir de analizarlas como parte de un todo, analizarla dentro de las relaciones sociales que la hacen posible, no como algo externo a ella.

Raymond Williams ya en su libro “Historia de la Comunicación” advertía sobre este error: el tratar de entender cómo la tecnología afecta a la sociedad o cómo es que las personas, a través de los usos, afectan a la tecnología. Williams explica que “los inventos técnicos se dan siempre dentro de la sociedades e instituciones de las cuales los inventos técnicos han sido excluidos mediante una definición falsamente especializada”, y así es como terminamos viendo el problema: invento técnico y tecnología por un lado, y humanidad por el otro; y en un momento determinado estos dos grupos chocan y así sucedería una revolución, en este caso ¡La Revolución Virtual!

Según Williams, la tecnología es una institución como cualquier otra, es un marco de conocimiento que nos permite entender al aparto técnico (la idea del hombre materializada) y poder manipularlo según nuestras necesidades. El hombre crea el aparato técnico: descubre que hay cosas o ideas que son posible llevarlas a cabo en la realidad y las realiza. Luego otros las usan y las adecuan según su conveniencia, crean cosas nuevas o mejoran lo ya creado, y así el artefacto se complejiza. Entonces, además de viabilizar nuevas posibilidades, se modifica el conocimiento requerido para utilizarlo, la tecnología.

Así la historia ha demostrado que tecnologías que fueron creadas para un objetivo específico ha trascendido a este por ciertas potencialidades hasta ese momento desconocidas.

“Ahí donde se percibe que el movimiento tecnológico contemporáneo posee una inercia considerable, que no puede ser desviado o detenido con poco gasto, que está pesadamente materializado en la vida social, se tiende a hacer de la técnica una factor absolutamente autónomo, en lugar de ver en ella una expresión de la orientación de un conjunto de la sociedad contemporánea”, con esta reflexión Cornelius Castoriadis critica la idea de ver a la técnica como algo separado del ser humano. Esta debe entenderse como parte de la sociedad y las formas que toma como la expresión ésta, si en la red se lucha por la libertad es porque la sociedad toda puja por ella.

Aleks Krotosky cuando muestra cómo a pesar de que se hayan creado mecanismos de control por diversos Estados, las personas se apropian de las tecnologías y las reinventan, planteando nuevos usos y nuevas posibilidades a través de la creación de software y plataformas que les permitan violar la vigilancia y la censura, está mostrando esta puja social expresado a través del uso de la técnica. Por ejemplo el joven Austin Heap, que creó un programa de encriptación para que los iraníes puedan abrir páginas que fueron bloqueadas por el Estado, o cómo Ory Okolloh fundó Ushuahidi.com, para documentar la realidad de Kenya, los sucesos y problemáticas que afecten al país y que no son difundidos por los medios oficiales.

También Twitter o Facebook fueron creados para publicar perfiles, pensamientos, cosas personales y luego permitió organizar protestas, desacreditar políticas, y contradecir a los gobiernos.

Igualmente cuando el inglés Tim Berners-Lee creó junto a su compañero belga Robert Cailliau la World Wide Web jamás pensaron en las posibilidades que ésta hoy brinda y cómo permitió que muchas personas se enriquecieran asombrosamente a través de ella.


Asimismo la creación de las nuevas tecnologías ha obligado a crear conjuntamente asignaturas obligatorias en las instituciones educativas que enseñen cómo utilizarlas, a la vez que éstas se han convertido en un complemento para la enseñanza. También se han creado carreras universitarias que formen profesionales en el ámbito. Esto demuestra no sólo que se requiere de un marco de conocimiento cada vez más complejo para poder acceder a las tecnologías, sino que estas brindan y brindaran posibilidades impensadas en el momento de su creación.

Libertad y control

En el segundo y tercer episodio: “Enemigo del Estado” y “El Precio de lo Gratuito”, Krotoski señala los peligros que puede representar la red ya no solo para un Estado sino para la libertad individual.

Internet nació minada de sueños de libertad, hasta hoy en cierto modo podemos apreciar una libertad relativa dentro de la red. Cada individuo puede tener una página Web y publicar lo que le interesa, intercambiar información, contactarse con otras personas que tengan los mismos intereses, publicar videos, hacer creaciones colaborativas: como videos en YouTube, escribir historias a través de aportes colectivos, escribir para enciclopedias gratuitas como Wikipedia, entre muchos otros. También los individuos logran amañarse para publicar y re-publicar datos censurados, crean software que protegen a la gente del control, y millones de cosas que revelan la solidaridad, el valor de la información y la libertad de opinión dentro de la red.

Páginas como Wikileaks han demostrado que con los conocimientos necesarios se puede retar a la autoridad, a las poderosas firmas y proteger a personas. Pero… ¿esta libertad es pura y transparente?

Como los ciudadanos, también los Estados se dieron cuenta que podían beneficiarse de la información de la red, ya no solo para producir o relacionarse con las personas, sino para vigilar y controlar.

“Dentro de la caótica competencia es una herramienta muy poderosa que tiene el Estado para controlar, para saber de nosotros”, “mientras que la antigua lucha por la libertad ocupa los titulares, en su despertar, la red está cambiando silenciosamente el poder. A veces de una forma amenazadora que nunca hubiésemos imaginado”. Estas son las frases iniciales de la segunda parte del documental que luego explica cómo, por ejemplo, el Estado Chino presta especial atención a los amigos que tiene un usuario en Twitter y las interacciones que realiza para detectar grupos y “conspiradores”.

Entonces podemos hablar de libertad relativa o de engañosa libertad.

Pero no solo el Estado se beneficia de la información que circula en la red. Firmas como Microsoft, Google, Facebook, YouTube volvieron este espacio libre y sin control en una fuente de dinero y un espacio de dominación. La mayoría de las firmas también te venden esa idea de libertad, permiten la aparente gratuidad de su servicio y posibilita que sus usuarios se muevan en la red no sólo como consumidores sino también como productores (de videos, de textos, de páginas Web, de opinión, etc.). Pero en realidad lo que hacen es comerciar, recopilar datos, vigilar y controlar a sus usuarios.

“Cada mes Google recoge miles de millones de términos de búsquedas que le ayuda a modificar su sistema y vender publicidad perfectamente dirigida”. “Cada día Flicker recibe miles de imágenes o videos, a lado de los cuales puede poner publicidad”. “Cada mes algunos Blogs permiten a las compañías implantar en nuestros ordenador dispositivos de rastreo (...) que revelan nuestros intereses a las redes comerciales, y así pueden enviaron la publicidad más adecuada” (Aleks Krotoski)

Michael Foucault, en su libro “Vigilar y Castigar” instaura la teoría del panoptismo en las sociedades disciplinarias. Éste es la combinación de tres elementos: la vigilancia, el control y la corrección. Esta forma, que se ejerce sobre los individuos, se organiza a través de una red de instituciones, como la escuela, los hospitales, la iglesia, la cárcel. Hoy podríamos decir que el panóptico se trasladó a la tecnología. Ésta se volvió un sistema de vigilancia visible: todos sabemos que nuestra información es registrada en bases de datos de diversos organismos, nadie se esfuerza en ocultarlo; e inverificable: nunca sabemos quién exactamente está del otro lado, quién tiene nuestra información, y tampoco es fácil probarlo (Michael Foucault: 1976)

Así que ese ideal libertad que compramos con internet queda desecho. ¿Libertad engañosa? Sí, porque compramos en cierto modo una falsa libertad que nos incentiva a dejar rastros en la red. Pero estos rastros quedan ahí, indelebles, listos para ser usado según la conveniencia de algún otro.

“Y para ejercerse, este poder debe apropiarse de instrumentos de una vigilancia permanente, exhaustiva, omnipresente, capaz de hacerlo todo visible, pero a condición de volverse ella misma invisible. Debe ser como una mirada sin rostro que trasforma todo el rostro social en un campo de percepción: millares de ojos por doquier, atenciones móviles y siempre alerta, un largo sistema jerarquizado” (Michael Foucault: 1976).

En internet no son sólo las empresas o el Estado las que nos vigilan y controlan, somos todos vigilándonos y controlándonos. Una larga fila de videos de vigilancia puestos al alcance de nuestras manos, perfiles en Facebook y Twitter que nos permiten no sólo ver datos personales sino modos de pensar. Así también cada vez más la gente se expone voluntariamente.

Como dice Whitaker (1999): "Las nuevas tecnologías de la vigilancia hacen cada vez más transparentes a las personas, y reducen sin cesar los espacios privados en los que la gente se retraía para refugiarse y dedicarse a sí misma. Esta intromisión, sin embargo, que hace unos años parecía inconcebible es cada vez mejor aceptada porque el terror ha convertido a la seguridad en un valor ciudadano superior a la libertad individual" (Vicente Verdú (2004). “La Sociedad Transparente”).

Vicente Verdú, en “La Sociedad Transparente” plantea que “la exposición de la intimidad a la mirada absoluta anula la intimidad, hace desaparecer el objeto que se ilumina, lo vela. Porque una vez que se ha explorado exhaustivamente todo el campo (…), la visión se agota. La total visión de lo visible anula la excitación y el resultado es una hartura donde muere el deseo por el objeto”.

Podemos decir que existe un cierto determinismo dentro de las tecnologías: en cierto modo no podemos evitar la mirada ajena, no le podemos escapar, ni mucho menos cambiar. Así las personas comienzan a comprender el sistema en el que están inmersas. Entonces empiezan, de algún modo, a jugar con él, de entregarse de tal manera que ya al objeto del espionaje pierda sentido: “si igual me van a ver, mejor me muestro y ya”.

Según Castoriadis la libertad de usar tal o cual instrumento también se acaba cuando estamos determinados por el “conjunto de las técnicas de que ‘dispone’ una sociedad o época dada (…) que igualmente ‘disponen’ de ella”. Es decir que se puede elegir el aparato pero no el conjunto de técnicas utilizadas, “las que pertenecerán de todos modos al tipo específico que define el espectro tecnológico de nuestra época; ellas conllevan en efecto métodos específicos, y un tipo específico de saber, así como portadores humanos especializados” (Cornelius Castoriadi: 2003-20004)

Es decir que el aparato, y el uso social de éste, permite sólo cierta variedad de usos, en cierto modo nos limita. Para lograr una verdadera libertad se debe liberar estas limitaciones y permitir que el potencial del artefacto y la sociedad se explayen.

Revisión general

La red es un excelente término para definir a Internet y las relaciones que origina. Si hablamos de red podemos decir que casi todos estamos enredados en ella. Si vivís en una ciudad no podes apartarte de ella, y una vez que entrás, te relacionas, creas lazos y luego te resulta imposible salir.

Lastimosamente es un producto social y, en cierto modo, refleja sus estructuras: dominación, control, desigualdad. Por lo que esta dependencia con la red es utilizada para sostener el mismo sistema de regulación y control.

Hoy diversos organismos luchan porque se respeten la intimidad de los datos que las personas exponen en la red, porque se puedan eliminar cuentas de internet y con ellos toda la información que esta engendró. Pero, valiéndonos de términos fetichistas podemos decir que “la red tiene buena memoria”, y así como las personas nos sostenemos a través de nuestra historia, la utilidad de la red en cierto modo depende de la información que acumula.

La creación de la Web creó con ella un sueño, pero si el ser humano vive en una sociedad jerarquizada y sus producciones se dan dentro de esas relaciones, probablemente estas reflejen las mismas relaciones que la posibilitó. La tecnología es una institución, como toda institución plantea, al igual que la sociedad que la conforma, desigualdades y jerarquías.

Pero la masa siempre se va a resistir. Quizá de a poco las relaciones se puedan revertir y, justamente a través de la reacciones de exposición, denuncia, violaciones a la ley, se pueda ir quebrando este sistema y permita de a poco una mayor libertad en la sociedad.

Pero todo está por verse, por ahora no podemos decir que la red nos beneficie o perjudique, la red somos nosotros, y nosotros somos la red.


Bibliografía

Raymond Williams (1992) “Historia de la Comunicación”, Vol. 2, De la Imprenta a nuestros días, Capítulo 4, “Tecnologías de la comunicación e instituciones sociales”. Bosch Casa Editorial, S.A. España.

Raymond Williams (2000) “Marxismo y Literatura”. Capítulo 2, “La Determinación”. Ediciones Península S.A. Barcelona, España.

Michael Foucault (1976) “Vigilar y Castigar”. Capítulo 3 “El Panoptismo”. Siglo XXI Editores Argentina S.A. Reedición, 2002.

Karl Marx (1867) “El Capital”. Libro Primero, Volumen I, Sección I, Capítulo I, “La Mercancía”. Siglo XXI Editores Argentina S.A.

Vicente Verdú (2004) “La Sociedad Transparente”. España.

Cornelius Castoriadis (2003-2004) “Artefacto: Pensamiento sobre la técnica” n°5, “Técnica”. Buenos Aires